La diversificación es una estrategia de gestión del riesgo que implica dividir nuestra cartera de inversiones en diferentes tipos de activos con comportamientos distintos, como forma de prevención en caso de que algún activo o grupo de activos sufra una caída.
En el mundo financiero, la diversificación es un método que pretende proteger nuestra cartera de inversiones reduciendo nuestra exposición al riesgo asociado con algún activo o grupo de activos en concreto. Una cartera diversificada incluye diferentes tipos de inversiones que habitualmente responden de manera distinta a los vaivenes del mercado. El comportamiento positivo de algunos activos debería contrarrestar el comportamiento negativo de otros. Una cartera diversificada puede contener acciones de empresas en diferentes áreas industriales y geográficas. Es posible que contenga también un compendio de diferentes clases de activos, como acciones, bonos, efectivo, bienes raíces y metales preciosos. La manera en la que decidamos diversificar nuestros activos dependerá del nivel de riesgo con el que nos sintamos cómodos, de nuestras metas financieras y nuestro programa de inversiones.
La diversificación implica poseer activos que no están conectados entre sí o que se ven afectados por el mercado de la misma manera. Al separar las inversiones, limitamos nuestra exposición al riesgo. Por lo que si se nos cae una canasta de huevos y estos se rompen, tendremos otras en los que estarán intactos.
En el mundo de las finanzas, diversificamos para proteger nuestra cartera de inversiones. Esto implica realizar diferentes tipos de inversiones a lo largo de varios sectores, áreas geográficas, y en clases de activos para minimizar el riesgo total. La lógica dicta que incluso si una inversión falla, los otros activos no lo harán y nos reportarán beneficios más altos de lo esperado que en el caso de que todas nuestras inversiones colapsasen simultáneamente.
Cada inversión viene con un nivel de riesgo asociado. Por ejemplo, un competidor nuevo podría afectar al mercado y los ingresos de una empresa en la que hayas invertido. O un cambio en las regulaciones, como una nueva ley, podría afectar a las ventas en toda la industria.
Aunque los riesgos son inevitables a la hora de invertir, es posible reducirlos a través de la diversificación. Cuando nuestros fondos están concentrados en unas pocas empresas, sectores o áreas geográficas, somos más vulnerables a que nuestras inversiones experimenten pérdidas al mismo tiempo. Si expandimos nuestra cartera, cuando una compañía o industria sea víctima de un acontecimiento que afecte a su crecimiento o a sus beneficios, tenemos más probabilidades de que el resto de nuestra cartera no sufra daños.
Otra ventaja de la diversificación es que nos otorga más oportunidades de beneficio. Es posible invertir en acciones o activos que funcionen de manera opuesta. Por lo que mientras que el valor de las acciones puede caer, otras pueden aumentar probablemente más que compensando la pérdida.
La diversificación también puede limitar nuestro potencial para generar beneficios. Si a una compañía o industria le va extraordinariamente bien, nuestros rendimientos serían mucho más altos si la eligiéramos como única inversión que diversificando nuestra cartera. A menor riesgo, menor beneficio potencial. Por supuesto, esto también funciona al revés: a menor riesgo, menores pérdidas potenciales.
Tener una cartera de inversiones diversificada habitualmente nos requerirá invertir tiempo y dinero para mantener y hacer balance constante de nuestros activos. Esto también puede implicar más costes en las transacciones y una cartera más complicada.
Existen seis estrategias principales para diversificar nuestra cartera aunque no necesitamos aplicarlas todas a la vez. Hay que tener en mente que la verdadera diversificación implica que nuestro balance contendrá inversiones ganadoras y perdedoras en todo momento. Por tanto, es probable que acabes odiando algunas de tus inversiones, pero no odiarás tu cartera.
Muchos inversores sueñan con invertir en una única compañía que al poco tiempo triunfe. Sin embargo, esto puede causar grandes pérdidas si la compañía se estrella. En su lugar, para la mayoría de las personas invertir en varias compañías diferentes es una idea mucho mejor.
Una manera de invertir en varias empresas a la vez es a través de un fondo de inversiones (ETF). Los ETF te permiten tener una cesta de acciones, en lugar de acciones en una misma empresa. Por ejemplo, el ETF SPDR S&P 500 intenta estudiar el comportamiento del indice bursátil S&P 500, que incluye 500 acciones de gran capitalización de empresas de los Estados Unidos a lo largo de 67 industrias.
Además de invertir en diferentes tipos de acciones, considera diversificar a lo largo de diferentes sectores e industrias. Muchos inversores tienden a un sector en particular, dependiendo de dónde vivan. Por ejemplo, aquellas personas del oeste de Estados Unidos tienden a invertir fundamentalmente en tecnología, mientras que los habitantes del noreste generalmente prefieren hacerlo en compañías del sector financiero.
La distribución industrial (o sectorial) protege nuestras carteras de inversiones en el caso de pérdidas de una industria en concreto. Si sufren las eléctricas, los beneficios de las acciones de las financieras pueden ayudarnos a evitar la pérdida total.
El Sistema Global de Clasificación Industrial (GICS, en sus siglas en inglés) – un sistema estandarizado para la clasificación de acciones – incluye 11 sectores: energía, materias primas, industrial, consumo discrecional (bienes y servicios que las personas compran pero no necesitan), consumo esencial (bienes y servicios que los consumidores necesitan), salud, finanzas, tecnología de la información, comunicaciones, servicios y bienes raíces. La diversificación implicaría poseer activos a lo largo de más de uno de estos sectores.
Las clases de activos son categorías de productos financieros como acciones, bienes raíces y bonos. Cada tipo de activo normalmente se comporta de forma diferente según el ciclo económico. Por ejemplo, las acciones pueden ofrecer rendimiento a largo plazo en una economía boyante, mientras que los bonos habitualmente aportan mejores resultados durante las recesiones.
Algunas formas de inversión ya vienen con cierto grado de diversificación. Por ejemplo, un fondo mutualista es una cartera gestionada de forma profesional que consiste normalmente en un conjunto de acciones, bonos, y otros activos. Hay cinco clases de activos:
Algunos activos pueden pertenecer a más de una categoría. Por ejemplo, el oro es un activo tangible, físico. Pero también es un activo que habitualmente se comercia utilizando opciones o contratos de futuros.
Otras clases alternativas de activos incluyen las criptomonedas y el capital riesgo.
Una cartera de inversiones tipo para un inversor conservador estará compuesta en un 50% por bonos, un 30% en inversiones a corto plazo (como CDs u obligaciones del Tesoro), un 6% en acciones extranjeras y un 14% en acciones nacionales. En cambio, un inversor que esté buscando aumentar sus beneficios (asumiendo por tanto más riesgo) incluirá en su cartera un 49% de acciones nacionales, un 21% de acciones extranjeras, un 5% de acciones a corto plazo y un 25% de bonos.
La asignación que hagamos de las diferentes clases de activos para desarrollar nuestra cartera variará dependiendo de nuestras metas financieras, de cuándo queramos alcanzarlas y de cuál es nuestra tolerancia al riesgo.
Dentro de las categorías de activos, podemos diversificar nuestra cartera aún más. Por ejemplo, podemos variar nuestras inversiones basándonos en exposición al riesgo, nuestras necesidades financieras del momento, o nuestra comodidad con la volatilidad.
Los bonos cuentan con diferentes clasificaciones crediticias que representan la solvencia del emisor. Por ejemplo, un bono emitido por el gobierno suele acarrear menor riesgo y tener una clasificación crediticia más alta que un bono corporativo.
Del mismo modo, las acciones también poseen características que pueden afectar a su nivel de riesgo, como el tamaño de las empresas y su valor de capitalización (el valor en dólares de sus acciones).
La mayoría de los inversores prefieren comerciar con acciones en bolsas domésticas, como la Bolsa de Nueva York en el caso de inversores de Estados Unidos. La diversificación geográfica anima a los inversores a romper con esta “preferencia local” entrando en el mercado internacional y adquiriendo acciones extranjeras.
Si diversificamos nuestras inversiones a lo largo de diferentes mercados internacionales, en el caso de que la economía de un país caiga, nuestra cartera estará respaldada. Una forma de realizar inversiones internacionales es comerciar en moneda extranjera o con divisas internacionales. Históricamente no suele haber correlación entre el comportamiento de los mercados de divisas y los mercados tradicionales. También podemos invertir en fondos de inversión con enfoque internacional o comprar acciones en compañías locales que llevan a cabo su actividad en el extranjero.
Esta estrategia de diversificación implica invertir gradualmente en un largo período de tiempo, en lugar de invertir una gran cantidad de golpe o durante un período corto. La idea es que el conservar la inversión durante un período más largo puede reducir su volatilidad, dando la posibilidad al inversor enfrentarse a la inestabilidad a corto plazo. El mercado de valores, por ejemplo, ha tenido una tendencia ascendente a lo largo de las décadas, a pesar de sufrir períodos de declive.
La efectividad de esta estrategia de inversión es todavía sujeto de debate. Como mínimo, la diversificación del tiempo puede ayudarnos a evitar el problema de haber realizado una inversión de alto capital en un mal momento.
El principio básico de la diversificación es aquel por el cual es improbable que nuestras inversiones vayan en la misma dirección. Si echamos un vistazo a nuestra cartera y vemos que algunas de nuestras inversiones están en alza mientras que otras están a la baja, es probable que tengamos cierta diversificación.
Los asesores financieros y gestores patrimoniales utilizan una medida estadística conocida como “variación de cartera” para medir la diversificación. Esta cifra refleja hasta qué punto nuestras inversiones se mueven al unísono. Una cartera diversificada contiene activos con correlación baja, inversa o inexistente. Por lo que cuando uno va hacia arriba, otros no se ven afectados o incluso pueden ir a la baja.
También puedes medir el riesgo de tu cartera calculando la desviación típica (cómo de dispersas están las cifras en función de la media). La desviación típica de una cartera se calcula con la raíz cuadrada de la varianza. A mayor varianza estándar, mayor volatilidad en la cartera. Si comprobamos periódicamente la desviación típica y la varianza de nuestra cartera, esto nos ayudará a hacer un seguimiento del nivel de riesgo.
Harry Markowitz, economista ganador de un premio Nóbel, fue pionero en la Teoría de la Cartera Moderna (MPT en sus isglas en inglés). Esta teoría establece que, para cada nivel de riesgo, hay una cartera de inversiones óptima que nos otorgaría el mejor balance de riesgo y ganancias. Esta cartera no llevará ni a los beneficios más altos ni al menor riesgo de pérdidas; sin embargo, nos otorgará el mayor equilibrio posible entre ambos. En otras palabras, dará a los inversores las mayores posibilidades de beneficios para un cierto nivel de riesgo (medido como una desviación típica).
Este punto de encuentro entre riesgo y recompensa, donde podemos encontrar las carteras óptimas, se denomina “la frontera eficiente”. Puedes trazar la frontera eficiente en un gráfico. A los inversores con aversión al riesgo les gusta utilizar la MPT para comprobar cuán eficientes son sus carteras basándose en dónde se sitúan en el espectro riesgo-beneficios. Diversificar nuestros activos es una manera de llegar a este equilibrio óptimo de riesgo y beneficio.
Una revelación adicional: las estrategias de diversificación no aseguran un beneficio y no pueden protegernos contra las pérdidas en un mercado en declive.
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